#Claves de la semana

Feijóo se juega el timón del PP en unas elecciones gallegas más abiertas que nunca

Galiciapress analiza las expectativas y las encuestas con las que llegan PP, BNG, PSOE, Vox, DO, Sumar y Podemos a los comicios del domingo. Los sondeos dan por favorito al PP, pero por vez primera en décadas existe la posibilidad real de un cambio. que puede retumbar en la política española, especialmente en la derecha.


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Feijóo visitando un mercado en la campau00f1a de las elecciones gallegas una imagen difundida por el PP

 

Galicia vive sus elecciones más inciertas de los últimos veinticinco años. Son también unos comicios que pueden tener importantes repercusiones en la política estatal.

 

Alberto Núñez Feijóo no va en las papeletas pero se juega mucho. Si el Partido Popular pierde la mayoría a nadie se le escapa que le pueden empezar a mover la silla. ¿Qué futuro puede ofrecer Feijóo a los conservadores tras una victoria pírrica en las generales y una eventual pérdida del bastión gallego?

 

Feijóo se ha multiplicado por el campo durante la campaña visitando granjas y mercados de pueblos pequeños. Tal hiperactividad se explica en parte por la necesidad de asegurar el alborotado granero rural, pues algunas ajustadas encuestas han alimentado el nerviosismo en el PP de Galicia, habitualmente habituado a la mayoría absoluta con un cómodo colchón.

 

Los sondeos que abren la puerta a un cambio en la Xunta  son minoritarios pero existen y eso es toda una novedad en Galicia. Además, la mayoría de los trabajos que apuntan a una mayoría coinciden en señalar un significativo descenso del apoyo a los conservadores, que parten de 43 diputados.

 


 

La mayoría de los sondeos los colocan en un abanico de entre 38 y 40, aunque el sorprendente CIS del lunes les concede solo una horquilla de entre 34 y 38. Malas noticias para el PP, sobre todo dado el precedente de las elecciones generales, 

 

Treinta y ocho es el número mágico, el que concede la mayoría absoluta. Todo lo que sea no llegar a esa cifra se podrá considerar un fracaso tanto de Alfonso Rueda como del propio Alberto Núñez Feijóo, incluso si, como apuntan algunas encuestas, consiguen salvar los muebles con 37 de un eventual pacto con otra fuerza de derechas.

 

El PPdeG ha reaccionado a unas encuestas más apretadas de lo que está acostumbrado con duros ataques contra el nacionalismo. El motivo es que el lunes solo hay dos opciones plausibles, o sigue el gobierno liderado de Alfonso Rueda o entra un ejecutivo producto de una coalición de izquierdas, liderada por la portavoz del Bloque, Ana Pontón.

 

 

 

Los vientos demoscópicos soplan de popa en las velas del BNG desde hace tiempo -aunque en las generales se llevaron una clara decepción cuando Sumar sacó unos resultados en Galicia muy similares a los nacionalistas- pero han arreciado en la última semana. 31 les concede el escenario más favorable del CIS. 

 

Si rupturistas y nacionalistas casi empataron en junio, ¿cómo es posible que las encuestas sitúen al Bloque en un abanico de 21-31 y a Sumar solo en 0-2? La principal razón es que en Galicia no se vota igual en unas generales, en unas municipales o en unas gallegas. Por norma, los mejores resultados de los nacionalistas son siempre las elecciones autonómicas y los socialistas en las municipales.
 

Otro motivo del avance del Bloque en las encuestas  es que Pontón lleva lustros vendiendo con eficacia una imagen moderada del BNG, muy lejos de los histrionismos de la etapa de Xosé Manuel Beiras y la ortodoxia comunista que predica la generación veterana de la UPG, el principal partido del frente, en el que también milita Pontón. Gracias a esa política de tender puentes, la nacionalista logró, además la reconciliación con Beiras y Martiño Noriega, cabezas más visibles de aquellos que abandonaron el BNG hace quince años seducidos por las mareas. Consiga o no hacerse con la presidencia de la Xunta, esa es una foto histórica que puede traducirse en varios escaños, gracias a la popularidad que posee Beiras y, en menor medida, su delfín Noriega. 

 

Con todo, la posición de Pontón el 19 de febrero también puede acabar siendo complicada. Su estrategia no está exenta de riesgos. Ella y su equipo llevan meses alimentando la certeza de que Galicia tendrá su presidenta y que será una nacionalista. Ninguna de las dos cosas han sucedido nunca y no sucederán si hacemos caso al promedio de las encuestas.


LA IMPORTANCIA DEL MANEJO DE EXPECTATIVAS

En política es clave el manejo de las expectativas.  Lo mismo vale para Pontón que para Feijóo. Si el Bloque consigue más de 30 diputados pero no hay cambio en la Xunta , como parece lo más probable al hilo de los sondeos, el daño reputacional al bloque será importante. Si el PP conserva la Xunta por la mínima, la imagen de Feijóo tampoco saldrá indemne, pues los conservadores adelantaron los comicios con la esperanza de arrasar al calor de la polémica por la amnistía.

 

“¡De esta va!” es el eslogan de los socialistas gallegos. Un intento del PSdeG-PSOE presentarse como el voto útil de izquierdas e insuflar ánimos a su electorado. Por ahora, sin éxito, según las encuestas. Hace cuatro años el PSOE consiguió 14 diputados y la práctica totalidad de las encuestas publicadas en los últimos días lo sitúan en el entorno de los diez o once, con tendencia a la baja. El PP huele sangre y en los últimos días ha intentado pescar en el caladero de socialdemócratas que rechazan el nacionalismo, abundante en la Galicia urbana. 

 


 

Hay que tener en cuenta que gran parte del votante socialista en Galicia no es muy fiel. Así, la inmensa mayoría de los alcaldes urbanos del país en las últimas décadas han sido socialistas pero después en las elecciones autonómicas  sus votantes apostaban por Alberto Núñez Feijóo. Es posible, por lo tanto, que parte de los sufragios del PSOE en las generales acaben otra vez en el PPdeG, pues en el votante de izquierdas gallego no está tan presente la amenaza de un pacto con Vox, débil en Galicia.

 

Así las cosas, el Partido Popular ha intentado plantear la campaña como un debate estatal. Independencia y amnistía han sido dos de las palabras más repetidas por los conservadores, sabedores de que una parte del electorado socialista en Galicia puede estar molesta con los pactos entre Pedro Sánchez y Puigdemont.

 

 

 

Sin embargo, la campaña ha traído un giro inesperado, la súbita confesión del equipo de Feijóo que también negociaron con Junts. Hay dudas de que la estrategia del PP de estatalizar la campaña gallega haya sido acertada. La independencia de Cataluña no quita el sueño a los gallegos, la mala situación de la sanidad -que depende de la Xunta- sí, según la encuesta del CIS.

 

Una eventual pérdida de la mayoría absoluta de los populares pasa en buena medida por si Vox consigue arañar algún escaño. El PP lo sabe y aún el jueves Rueda argumentaba que su papeleta es la única que sirve para parar una coalición de nacionalistas e izquierdas.

 

Históricamente los nacionalistas españoles han fallado una y otra vez en sus intentos de conquistar una cabeza de puente en Galicia. Todas las iteraciones de esta ideología han fracasado en el país ya sea bajo las siglas de UPyD, Ciudadanos y hasta ahora Vox. Un fracaso  que explica en gran medida las sucesivas goleadas electorales del PP en las autonómicas.

 

Ahora bien, el PP está más vulnerable en este flanco que en pasadas elecciones autonómicas. Vox no sacó ningún representante por Galicia en las elecciones generales pero con el número de votos que consiguió en la provincia de A Coruña en verano lograría un escaño en el Parlamento autonómico. Esta es una posibilidad que inquieta mucho a los conservadores y que explica por qué los medios públicos autonómicos y los de línea editorial próxima al PP ignoran a los de Santiago Abascal. A Vox no le ha ido bien en las encuestas hasta que el lunes el CIS le abrió la puerta de conseguir un escaño. La polémica sobre los tratos con Puigdemont puede jugar a su favor.


Alfonso Rueda debe conquistar otro obstáculo al que nunca se tuvo que enfrentar Feijóo. Democracia Ourensana tiene al alcance de la mano conseguir un diputado y en teoría gran parte de su electorado es de ideología ni progresista ni nacionalista. Es decir, proviene del caladero tradicional del PP.

 

Los de Gonzalo Jacome tienen las mejores cartas para convertirse en la sorpresa de la noche electoral. En las elecciones locales del año pasado sacaron unos 19.000 sufragios y en las autonómicas de hace cuatro años el último diputado por Ourense se conquistó con unos 10.000. En definitiva, los localistas pueden tener un asiento a poco que logren conservar, aproximadamente la mitad de los apoyos de las municipales. Algo cada vez más plausible, pues los sondeos que apuntan a esta posibilidad se han hecho más frecuentes a medida que se acerca el 18 de febrero. 

 

Avance de DO que indica que Jacome ha vuelto a demostrar saber hacerse un hueco en la agenda mediática, pese a carecer de los medios y los apoyos de los grandes partidos. Sus disfraces de carnaval y su versión de Village le han valido más titulares que los conseguidos por fuerzas como Sumar o Podemos con estrategias tradicionales. Un ruido que atrae al votante descontento con los partidos tradicionales.

 

 

 

A diferencia de lo que pasa con DO, ingún sondeo ha contemplado que Podemos entre en el Parlamento de Galicia. Al menos no desde la ruptura con Yolanda Díaz y el nacimiento de Sumar. Algo muy a tener en cuenta especialmente dada la gran cantidad de encuestas publicadas, 46 en lo que llevamos de año. Nunca se había invertido tanto en demoscopia en unas elecciones gallegas, prueba del interés que suscitan a nivel de España.

 

Mejores que las de Podemos son las perspectivas de Sumar en Galicia, aunque tampoco son muy halagüeñas. Algunas investigaciones apuntan a que los de Marta Lois podrían lograr uno o dos escaños. Se podría argumentar que estos números son muy pobres para un espacio, el rupturista, que llegó a ser el segundo más votado en la autonomía hace no tanto. 

 

Pese a los esfuerzos de la ferrolana Yolanda Díaz, las expectativas en torno a Sumar Galicia son discretas. Su éxito o fracaso se evaluará el lunes en función de si hay o no cambio de gobierno. Es un examen muy similar al que se someterán las cifras del Partido Socialista. Si la izquierda estatal logra el suficiente apoyo para ayudar a formar un gobierno liderado por el BNG, tanto socialistas como rupturistas dirán que están satisfechos. 

 

Con todo, la izquierda gallega sabe que no lo tiene nada fácil. En toda la historia democrática del país solo han conseguido gobernar una vez. El Partido Popular perdió la mayoría en 2005 pero entonces muchos factores jugaban a su contra y las piezas del puzzle de izquierdas eran menos y encajaban mejor que ahora. Aun así, en 2005 un Manuel Fraga en condiciones de salud evidentemente menguadas solo perdió la mayoría por un diputado y por los pelos. De hecho, hubo que esperar al recuento del voto emigrante.

 

El voto emigrante, uno de los comodines que puede jugar el PPdeG

Por cierto, el voto emigrante puede volver a jugar un papel destacado. En las elecciones gallegas pueden votar más de 300.000 españoles que viven fuera del estado pero tienen sus raíces en Galicia. Eso es más que en toda la provincia de Ourense. Provincia en la que uno de cada tres censados vive en Argentina, Venezuela, Reino Unido, Suiza o alguno de los otros estados a los que se ha refugiado -y se sigue refugiando- gran parte de la juventud rural gallega ante la falta de perspectivas económicas. Tradicionalmente, el voto emigrante es favorable sobre todo a PP y PSOE y perjudicial para el Bloque. El resto de partidos suele lograr unos apoyos testimoniales.

 

Así las cosas la noche electoral del 18F se presenta mucho más abierta que en otras ocasiones, aunque el PP siga partiendo como claro favorito y, además, pueda jugar varios comodines a posteriori. Si las cosas le van mal dadas habría la posibilidad de que el PP pudiera aferrarse a un clavo ardiendo hasta que el voto emigrante se cuente, a finales de semana. Si los números no le dan los de Alfonso Rueda podrían recurrir al comodín de un eventual diputado Democracia Ourensana (Jácome dice que puede pactar con todos pero hasta ahora siempre ha optado por el PP y aún ayer tachó de soviético al Bloque) . Incluso, aunque muchos menos probable, les quedaría el comodín de un posible diputado de Vox.

 

Que Rueda salve la mayoría supondría un respiro para Feijóo pero no una victoria si, como parece, los resultados del Partido Popular empeoran notablemente respecto a los de hace cuatro años. Al fin y al cabo, el discurso inicial de los conservadores es que las elecciones gallegas eran un plebiscito sobre los pactos entre socialistas e independentistas, por lo que esperaban una victoria contundente, expectativas que han tenido que moderar al rebufo de unos sondeos que han insuflado ilusión entre la izquierda gallega, sobre todo en la nacionalista.
 

 

 

El tiempo del análisis llegará el lunes. Por ahora lo único que se sabe a ciencia cierta es que el resultado es más incierto que nunca. Buena prueba de ellos son las amplísimas horquillas de la última encuesta del CIS, de hasta 7 escaños en el caso del Bloque. Algo que indica que unos pocos miles de votos de un color u otro pueden acabar decantando la balanza en uno u otro sentido, algo que de por sí ya es algo excepcional en Galicia, tradicional feudo conservador. 

 



 

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