Europa y el coronavirus: vamos a peor

Manoel Barbeitos
Economista

De no cambiar mucho las cosas, puede que el coronavirus acelere el proceso de pérdida de posiciones de la Unión Europea dentro de la actual economía del mundo capitalista. Si en sentido contrario China da un paso más hacia el liderazgo, de aquella la Unión Europea retrocede aún más. Las razones, como siempre, son políticas. Las políticas públicas que bajo el férreo control de la troica (Consejo Europeo, Comisión Europea y Banco Central Europeo), pero impuestas por Alemania, vienen aplicándose desde que explotase la crisis del 2008. Así, frente a la sumarísima batalla comercial entre los Estados Unidos y China, unos luchando por no perder la posición hegemónica ganada luego de la Segunda Guerra Mundial; otros por sustituirlos en el liderado de la actual mundialización Europa, como se está viendo ahora con la pandemia del  coronavirus, no es quien de conservar su lugar en el mundo y camina  hacia un papel cada vez más secundario frente a China y los Estados Unidos.


Una muestra inequívoca de lo que señalo la tenemos en su reacción frente a pandemia del  coronavirus. Encorsetada en unos rígidos tratados que ya mostraron su inadecuación para superar primero la crisis financiera del 2008 y luego la posterior recesión, la Unión Europea sigue sin dar los pasos necesarios hacia ser quien de actuar como una auténtica unión para así hacer frente con garantías tanto a reto del coronavirus como a la nueva crisis que se nos viene encima y que acelera su impacto por mor de la pandemia. Una actuación cada día más urgente si quiere seguir siendo una unión y con peso en la actual economía mundo capitalista. No obstante, las últimas decisiones no invitan, como señalaba, al optimismo sino todo el contrario.


Las medidas políticas y financieras más relevantes que viene de tomar la Unión Europea con motivo del coronavirus están en la decisión de la Comisión Europea de desbloquear una partida de los fondos estructurales (a España le corresponden 4.145 millones de euros) que podrán cambiar el destino original y emplearse en la lucha contra el impacto del coronavirus, y en la posterior del Banco Central Europeo (BCE) que lanza un programa de compra de bonos públicos y privados ( PEPP: Programa de Compra de Emergencia por Pandemia) por valor de 750.000 millones de euros.


Un simple repaso a los diferentes importes ya nos confirma que las autoridades europeas siguen apostando por la política monetaria incluso en situaciones de emergencia como en la actualidad. Una apuesta estrategia que cómo, como es bien sabido, está pensada para beneficio de la grande banca europea. ¿Por qué? La medida que viene de tomar el BCE tiene dos objetivos monetarios: asegurar la venta de los bonos y evitar la especulación sobre los mismos. Objetivos loables pero de corto alcance. ¿Por qué? Porque como está escrito en piedra (Artículo 101 del Tratado de  Maastricht) el BCE ha prohibido prestar directamente a los estados y debe hacerlo al bies de los bancos. El BCE le presta ese dinero (en este caso 750.000 millones de euros) la gran banca europea a tasas de interés cero o negativas para que luego esta se lo preste a los gobiernos europeos a tasas superiores: negocio redondo. Una vez más las autoridades europeas aprovechan la desgracia de los ciudadanos europeos para que la gran banca siga haciendo negocio: “hay que tranquilizar los mercados” (sic.). Por si esto no fuese suficiente, el Banco Central  Europeo (BCE) viene de anunciar que retrasa las “pruebas de  estrés” al 2021 “para que (los bancos) puedan centrarse en sus negocios y en sus clientes durante la pandemia”. Seguiremos sin saber realmente cuál es la situación contable de la grande banca, los reales niveles de solvencia y liquidez, por lo que seguimos con la amenaza en el horizonte de una nueva crisis bancaria. Al tiempo se multiplicarán las deudas públicas de los estados y las privadas de las familias y las empresas.


Con relación a la decisión de la Comisión Europea de desbloquear partidas de gasto hay que subrayar dos cosas. No se trata, de ninguna manera, de un plan de estímulo fiscal como podía parecer, sino de un cambio de partidas presupuestarias con además unas cantidades ridículas: haría falta mucho más. Tampoco de una “relajación” de los objetivos de déficit, ya que por una parte el pacto fiscal (0,5% del PIB) no lo estaba cumpliendo ningún estado de la eurozona y por otra se mantiene la vigilancia sobre los límites fijados en el TECG (3% del PIB) a pesar de la crisis. La doctrina es la doctrina en cualquier tiempo y circunstancia. No puedo por más que lamentar la posición que el Gobierno de España (por medio de la Vicepresidenta Calviño) adoptó en el Eurogrupo alineándose con Alemania, partidaria de poner limite al gasto y de que cada estado “se las arregle como pueda”.


En definitiva, y según las élites europeas, las políticas de austeridad son el remedio para todo. Claro que ahora ya encontraron un nuevo argumento para justificar la situación recesiva en la Unión Europea: el coronavirus. Pero tranquilos, nos dicen estos sabios y sabias, que una vez pasada esta epidemia la economía europea se recuperará. ¡No se lo creen ni ellos ni ellas!

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