El amigo americano

Manoel Barbeitos
Economista

En España desde hace algunos siglos, pero muy especialmente desde que Dwight D. Eisenhower, siendo presidente de los Estados Unidos, nos visitase (1959) para legitimar la criminal dictadura franquista, esta nación de naciones ocupa un lugar preferente en la acción y en la información políticas. De tal forma que con frecuencia pareciese como si fuese el cincuenta y un estado de la Unión. Un fenómeno que no es exclusivo sino que se puede ampliar prácticamente a toda Europa.


Hay evidencias que confirman lo subrayado. Por caso, el próximo 3 de noviembre ("el primer martes") se celebrarán elecciones presidencias en los Estados Unidos que serán las cincuenta y nueve. Pues parecerá que son unas elecciones que se celebren en España o en alguno de los estados europeos de nuestro entorno. Seguramente que entre la opinión pública española y europea los candidatos a presidente de los USA (en este caso Donald Trump y Joe Biden) sean más conocidos que cualquier otro/a candidato/a europeo/a a las elecciones de su país.


Si aceptamos que, por caso, la España actual ya no es aquella de "Bienvenido Mr. Marshall" sino una España que forma parte de la Unión Europea, ¿cómo explicar que se mantenga en el tiempo esta especie de colonialismo cultural? ¿Cómo explicarlo cuando los Estados Unidos de hoy en día ya no son aquella potencia que surgió líder de la II Guerra Mundial y se mantuvo hegemónica durante décadas? Empezaría a perder esta hegemonía luego de la cruel Guerra de Vietnam (1955-1975) de la que salió claramente derrotado a pesar de la enorme saña con que bombardeó esa región asiática: más de siete millones de toneladas de bombas.


Seguramente que para encontrar una explicación convincente tengamos que mirar para dentro, cara las Europa y España actuales. En esta fase de la economía mundo que nos toca vivir, Europa forma parte de la periferia y España es periferia de esa periferia. En el primer caso, y contra lo que nos quiere vender la burocracia europeísta, nunca existieron, ni existen, unos auténticos "valores europeos". Más aún, a nivel cultural a hegemonía estadounidense en Europa es incuestionable. 


Por caso, y según la UNIC (International  Union  of Cines) las películas estadounidenses (Hollywood) siguen siendo las que lideran la mayoría de las  taquillas europeas. Si en Europa el TOP20 sigue dominado por las producciones estadounidenses que se quedan con el 67,5% de la cuota de mercado en España, en estos últimos años, las seis primeras fueron estadounidenses. En relación al mercado europeo de la música señalar, por caso, que el 70% de la música que actualmente se escucha en Europa es por medio de las plataformas streaming en las que la empresa Spotify (sueco-estadounidense) y Apple Music (estadounidense) son las grandes dominadoras. Seguramente que la influencia digital tenga mucho que ver con este dominio ya que tanto el sector cinematográfico como el musical están totalmente condicionados por aquella. Porque este amigo americano aun cuenta con un oligopólico dominio en las NTIC (Microsoft,  Apple, Facebook, Google,  Amazon...). Un mercado digital en el que Europa aparece cada vez más dependiente.


Una influencia estadounidense que también se traslada a la defensa militar y que se ponen claramente de manifiesto con la supervivencia de la OTAN a pesar de que las razones que habían justificado su creación ya no existen: el peligro comunista. Una organización militar  cuyo mando real sigue siendo estadounidense. Un mando que en las últimas décadas dio pruebas contundentes de incompetencia (Irán, Afganistán, Irak, Somalia, Sudán, Serbia, Libia, Yemen, Siria...) con brutales intervenciones que dejaron a esos países mucho peor de lo que estaban. Unas intervenciones que, por otra parte, colocaron en muy mal lugar a los aliados europeos, quienes incapaces de presentar otra estrategia se ven forzados a apoyarla militar y políticamente mostrando así su servidumbre cara el amigo americano.


Por si Europa no tuviese suficientes quebraderos de cabeza propios, el amigo americano intenta ahora meterla en su batalla comercial con China. Reyerta en la que, de producirse, Europa tiene mucho más que perder que ganar. No obstante, a pesar de esta evidencia, no parecen ser quienes de oponerse a esta batalla que de enquistarse sería mortal para Europa dada la dimensión que han conseguido sus intercambios comerciales con China.


Seguramente sean estas muchas de las razones de porque en España sigue dominando, en relación al amigo americano, una posición provinciana como prueba, por caso, a la ya citada atención a las elecciones presidenciales estadounidenses que resulta, a todas luces, excesiva. Mas si se tiene en cuenta el menosprecio -menor aprecio- que aún se muestra para con los estados de Oriente (China, Japón, India...) e incluso con miembros de la Unión Europea. Bien es cierto que conforme esta avanza más motivos aparecen para que crezca la desafección entre unos ciudadanos europeos cada vez más enfadados con sus élites. Quizás por eso muchos sigan mirando al amigo americano... a pesar de Trump.

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