La pandemia de la Covid-19 y la Unión Europea

Manoel Barbeitos
Economista

No me cabe la menor duda de que la pandemia de la COVID-19 va a suministrar nuevos argumentos a los que defienden la salida de España (junto a estados europeos del sur como Portugal, Italia, Grecia...) de la eurozona. Una salida que, conforme pasan los años, y seguimos de crisis en crisis, se hace más inevitable. Se hace también más necesaria porque el fracaso estructural de la eurozona ya no es posible de ocultar. Porque la situación prácticamente en toda la Unión Europea (también en Alemania) es hoy bastante peor del que era hace tres lustros. No solo es peor sino que nada indica que los que actualmente llevan las riendas del poder tengan intención de cambiar un rumbo que desde la instauración del euro (1992), un proyecto mal concebido y peor desarrollado, lleva la UE de crisis en crisis, de fracaso en fracaso.


Un rumbo en el que cada decisión que toman las autoridades comunitarias, bajo el liderazgo de Alemania, empeora la situación. Así sucedió ayer con motivo de la crisis financiera (2008) y así ocurrirá hoy con la pandemia (2020). A estas alturas hay algo que resulta evidente: las estructuras de la eurozona son un claro obstáculo para que los estados europeos, muy especialmente los estados europeos del sur, puedan enfrentar con garantías los problemas que se le presentan (crisis financiera, recesión, desigualdad, desempleo, pandemia...). Más aún, la mayoría de los países europeos salen de las crisis peor de lo que estaban antes. Lo mismo sucederá ahora con la pandemia que va camino de convertirse en la crisis económica y social más grave de la presente mundialización.


Porque en el tiempo transcurrido desde la creación del euro (1992), Alemania y sus aliados dieron pruebas bastantes de que bajo ningún concepto van a permitir que la eurozona abandone la senda de la austeridad para llevar adelante las reformas que serían necesarias cara a una unión con menor desigualdad, mas empleo, riqueza y bienestar social en todos y cada uno de los estados que la componen tal como está escrito en sus principios fundacionales. Ni Alemania ni sus aliados, ni por supuesto la gran banca y las grandes empresas europeas van a permitir un cambio de rumbo.


La ultima evidencia de los fracasos subrayados la tenemos ahora con motivo de la pandemia cuando la UE, a pesar del gran impacto provocado por la COVID-19 (las últimas estimaciones apuntan a una caída del 7,4% del PIB en el conjunto de la Unión Europea, 7,8% en la Eurozona), oferta una respuesta insuficiente (1,82 y 1,2 billones de euros) e desajustada (el 50% de las ayudas son prestamos: más deudas). Si en términos globales estamos delante de un acuerdo positivo, nunca la Unión Europea había hecho un esfuerzo fiscal de esta magnitud, hay muchos elementos negativos que le quitan valor y enfrían las expectativas. En primer lugar que es claramente insuficiente si tenemos en cuenta el enorme impacto de la pandemia y las necesidades que aparecen especialmente en los estados europeos del sur. En segundo lugar que, incluso en situaciones como la actual, vuelven a ponerse los intereses mercantiles de los bancos privados por delante de las necesidades ciudadanas. Que tal como está estructurado el paquete de las ayudas a las familias, las empresas no financieras y las administraciones públicas van a salir de la pandemia mucho más endeudados/as, lo que provocará nuevas crisis. Unas deudas y unas insuficiencias que harán que las desigualdades sigan creciendo. Finalmente, que dado que no se contemplan cambios en las políticas y que se mantiene vigente la "condicionalidad" para las ayudas a Unión Europea sigue su camino al abismo.


Iremos viendo cómo se materializan estos vaticinios. De momento la Unión Europea está dando ya preocupantes muestras de incompetencia e incapacidad en la gestión política tanto para, por caso, cubrir la demanda de EPI (Equipos de Protección Individual) como pudimos ver con las mascarillas, los guantes, las  gafas y la ropa protectora, cuanto para atender las necesidades de vacunación de la población entre otras razones porque las autoridades europeas (Comisión Europea), por mor de su dogmática defensa de los comprados no regulados, lo que impide un mínimo control público sobre la producción y la comercialización de las vacunas, están siendo  extorsionadas y ridiculizadas por una industria farmacéutica sin sentimientos pero insaciable, poniendo así en riesgo la vacunación y, por tanto, la salud y la vida de millones de ciudadanos europeos. Un desastre criminal que tiene responsables: las autoridades europeas.

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