#Claves de la semana

Los incendios del futuro en Galicia: un mundo de cenizas

Un estudio de la UNED y la Universidad de Lleida prevé que el cambio en el régimen de incendios provocará “incendios más destructivos y de mayor tamaño” por el cambio climático. 


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Incendios Fuego

Bomberos luchando contra un incendio.


Verano de 2030. Galicia arde por los cuatro costados. Los pocos valientes que se atreven a salir a la calle se esconden detrás de pañuelos y mascarillas para poder acceder al poco oxigeno que se esconde detrás de los bancos de hollín que ocupan lo que antes era aire fresco. Columnas gigantescas de humo gris se alzan en el horizonte, dibujando un panorama trágico. Poco queda del verde que cubría la que antaño era una tierra húmeda y fértil. Esta podría ser perfectamente la crónica de una muerte anunciada. El futuro nada halagüeño de un verano más en Galicia. Un verano de incendios incontrolables, inmensos, que destruyen y devoran todo lo que encuentran a su paso. Una predicción que, si no actuamos pronto, se cumplirá irremediablemente.


Y es que los estudios ya revelan una verdad tan incómoda como inevitable: los incendios irán a peor. En Galicia y en toda España. ¿La causa? Diversos factores. Entre ellos el cambio climático. Así lo refleja el estudio publicado en la revista Ecological Monographs bajo el título Fire-induced deforestation in drought-prone Mediterranean forests: drivers and unknowns from leaves to communities. Este estudio, en el que participa la UNED y liderado por la Universidad de Lleida, pretende ser una reflexión de como el cambio climático está afectando al régimen de incendios en los bosques de zonas con climas mediterráneos, aunque parte de sus conclusiones son extrapolables a otras zonas con climas atlánticos, como el caso de Galicia.


Rubén Díaz Sierra y Álvaro Enríquez de Salamanca Sánchez-Cámara son los investigadores de la UNED que han participado en el estudio, coordinado desde la institución ilerdense por el profesor Víctor Resco de Dios.El propio profesor Resco explica que la idea de este estudio parte de una amarga realidad, y es que según sus propias palabras “nuestro país se quema”. “Se quema el 1% de la superficie forestal y el estudio busca saber que efecto va a tener esto sobre la vegetación a largo plazo, teniendo en cuenta que estamos en un escenario de cambio climático en donde experimentaremos un cambio drástico en el régimen de incendios, adecuándose a estos climas extremos” explica el profesor de la UdL, sobre su estudio que plantea los cambios en ese régimen de incendios, algo que ya ha afectado a Galicia, provocando el peor año del lustro y el segundo peor del decenio en relación a las hectáreas arrasadas por el fuego: 176.587 hectáreas.


Una de las conclusiones es que el cambio climático pronto cambiará todo el panorama nacional a nivel ecológico, provocado por “un aumento de las temperaturas y una diminución de las precipitaciones en toda España, especialmente en la época estival. Esto provocará que aumente la aridez y repercutirá directamente en que la vegetación sea cada vez menos frondosa”. Estas advertencias sobre el cambio climático también figuran en los estudios de asociaciones como Atrifoga, que pelean con Ángeles Vázquez, conselleira de Medio Rural, por un nuevo plan forestal contra incendios. Además, se prevé que en este escenario “Galicia quizá pueda ser una de las excepciones en España donde el cambio climático dé un respiro, ya que reúne las condiciones para que las plantas crezcan mejor y sean más productivas”, provocado en parte por el exceso de CO2.


Con todo, Galicia también será en el futuro un lugar idóneo para que se propaguen los incendios de grandes dimensiones, como los que azotaron este verano y el pasado octubre a la comunidad gallega. “En estas zonas es probable que los incendios sean cada vez más destructivos y de mayores dimensiones” lamenta Resco, ya que estas zonas que destacan por ser muy húmedas “tienen la ventaja de que la actividad de los grandes incendios se ve limitada por la lluvia. De modo que esta situación hace que el combustible de los incendios, entendido esto como la vegetación seca disponible para arder, no esté disponible en territorios como Galicia. Sin embargo, el cambio climático producirá que ese combustible sea cada vez más común y produzca incendios más masivos y más virulentos”.


SOLUCIONES CONTRA LOS INCENDIOS Y LOS INCENDIARIOS

Este marco obliga a plantearse una pregunta fundamental: ¿es ya demasiado tarde para luchar contra este futuro de fuego? La respuesta para el profesor Resco es que no. En su opinión como experto, la solución pasa por una reforma forestal. “Para lograr que los incendios no sean tan destructivos y tengan una capacidad de destrucción limitada hay que reducir el combustible principalmente. La limpieza de los montes es un factor básico en la lucha contra los incendios” incide el profesor, que en sus estudios ha demostrado que “gestionando el 1% de la superficie anualmente podemos controlar la intensidad de los incendios, ya que gestionando ese porcentaje del terreno conseguiremos que no haya que actuar en esa parcela hasta dentro de 15 años”.


Por otro lado, también considera que acabar con los incendios es “ilusorio” ya que es un elemento que “nos acompaña desde hace 350 millones de años, van a estar aquí siempre”. Por otro lado, también puntualiza que aunque un factor importante de los últimos grandes incendios ocurridos en Galicia es la intencionalidad (las investigaciones de Medio Ambiente arrojan datos que indican que en octubre el 88% de los incendios pudieron ser intencionados), el profesor Resco considera que “un gran incendio es muy complejo, ya que engloba aspectos sociales y económicos”. “Yo en este caso siempre hago la misma puntualización: los incendios no son intencionados; la ignición sí. Si la ignición se produce en un bosque húmedo, el incendio no podrá prosperar y se podrá controlar. Lo mismo ocurre en un bosque bien gestionado” matiza el maestro de la Universidad de Lleida.


“Hay que entender que el cambio en el régimen de incendios también se debe a un cambio en la economía. Antes los montes eran parte del sustento energético y económico de la sociedad y estaban gestionados, pero ahora utilizamos otras fuentes de energía y hay menos terreno cultivado, lo que deriva en un abandono de los montes” expone el docente ilerdense, algo en lo que coincide el profesor de Produción Vexetal e Enxeñaría de la USC Manuel Marey, que considera que tiene que existir una planificación del territorio, ya que el abandono de la tierra por “es la principal causa de que el monte arda" y que apuesta por una mayor “actividad rural”. Así, muestra su apoyo a “todas las políticas y medidas que vayan a revitalizar económicamente a los pueblos, que vayan a favorecer las economías rurales y que por lo tanto reviertan en una mejor gestión forestal”. Del mismo modo, aunque considera “endurecer las penas a los incendiarios puede contribuir a arreglar esta problemática” es una medida “que solo actuaría sobre las igniciones, no sobre el problema real que es que cada vez los incendios sean más masivos y destructivos”. Por eso, Resco aboga por apostar en políticas forestales “más eficientes que ayuden a cambiar los complejos estructurales de los bosques”.


LOS MITOS Y UN PROBLEMA ECOLÓGICO

Por otro lado, el estudio también incorpora un apartado en el que destierra todos los mitos generados entorno a los incendios, como los relacionados con los tipos de árboles. Uno de ellos, como que el pino es una especie pirófita, es considerado de “ridículo” en el estudio. “El pino es de las especies más afectadas por el incendio. La mayoría de especies de pino no regeneran después del incendio, como las que se dan en Galicia. Si miramos el área de distribución de los pinos, vemos que ha ido disminuyendo con el paso de los años. Considerarla pirófita, una creencia muy extendida, es ridículo” sentencias Resco, aunque matiza que “a escala de hoja, hay algunas especies más inflamables que otras, algo que si está documentado entre especies. Aunque una cosa es que esa situación se dé en los laboratorios y otra que se produzca en los incendios y pueda afectar a escala de paisaje. Hay factores más importantes en la propagación de un incendio que el tipo de árbol”.


Del mismo modo, también habla de la relación de los eucaliptos con los incendios en Galicia, algo que su experiencia le ha ayudado a desmitificar. “No es tanto un problema de la propia especie sino de la estructura del bosque, de lo cuidado que pueda estar o de la carga de combustible que pueda tener. Yo he estado tres años trabajando en Sídney y las historias que se cuentan de los volátiles que tiene el eucalipto y cosas así son cuestiones que la gente que trabaja en incendios en Australia ni siquiera se plantea, porque tienen en cuenta otros factores”. “El hecho de que una especie venga de fuera no hace que sea más inflamable. No hay evidencias científicas que prueben eso. Si creemos que lo que más se quema son los pinos y los eucaliptos es simplemente porque es lo que más hay” concluye Resco.


En cuanto al futuro ecológico, nos enfrentamos a un problema de difícil solución: el llamado ‘agotamiento por rebrote’. Rubén Díaz, también miembro de la investigación, explica que este factor puede suponer un grave problema ecológico a corto plazo. “Hay especies, como los Quercus, que tienen la capacidad de resistir a los incendios y rebrotar. Pero esta ventaja puede verse comprometida si se han visto sometidas a situaciones difíciles, como en caso de fuegos recurrentes” indica el investigador de la UNED. “Estas ‘condiciones estresantes’ hacen que los árboles, o plantas, no puedan regenerarse después de un fuego, limitando la capacidad de una comunidad de sobreponerse a un incendio. Por el momento desconocemos cuales son los mecanismos que utilizan las plantas, cómo afecta a diferentes especies o si el cambio climático puede incrementar el riesgo de deforestación por esta causa. Con todo, sabemos que hay un riesgo de que sea un problema” advierte Díaz, aunque también puntualiza que es una situación que por el momento “no sería tan relevante en la zona atlántica”, aunque de continuar encadenando periodos de sequía e incendios si podría causar el efecto de ‘agotamiento por rebrote’ que se da en los bosques mediterráneos.


La tierra nos ha dado ya los primeros avisos de que el camino que hemos tomado nos conduce a un futuro negro como el carbón. Solo cuando nos concienciemos de que únicamente tenemos un planeta, podremos ser capaces de actuar de forma efectiva contra el cambio climático, contra los incendios y contra los incendiarios. Quizá el problema es que nos falta cultura para asumir que un incendio no es “uno más” o “uno de tantos”, sino un bosque menos y un futuro menos alentador. Estamos aún a tiempo de renacer de nuestras cenizas. Porque de seguir así lograremos acabar con los incendios, pero solo cuando ya no haya nada que quemar.  

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